Indiana Jones y la bipolaridad

Ya está. Ya he visto la cuarta entrega de Indiana Jones. Han pasado casi 24 horas y aun tengo sensaciones encontradas. Mi desconfianza inicial casi desapareció cuando me acomodé en la butaca. La emoción de reencontrar al personaje y ese cosquilleo al ver aparecer las letras de la Paramount eran suficiente motivo para estar allí.

Entonces apareció el sombrero, su sombra y sobretodo su música inconfundible, y todas mis dudas parecieron infundadas. Los primeros minutos superaron mis expectativas y sin duda están a la altura de los mejores momentos de la trilogía. Todas las piezas propias de la saga parecen encajar: Acción y humor a partes iguales, a cargo de un Harrison Ford al que el disfraz del Doctor Henry Jones le queda como un guante y lo demuestra a pesar de sus 66 años (ahora si que parece ridículo lo de junior) Una mala malísima encarnada en Cate Blanchet, que resuelve bien su papel. Y un "tesoro" que encontrar antes de que lo hagan los malos ( en este caso los comunistas. Sobre esto me abstengo de opinar porque los códigos con los que funciona Indy son los que son)

Pero paulatinamente el encanto se desinfla, y la sombra alargada de George Lucas planea sobre la película. Demasiados efectos especiales para un héroe clásico como Indiana Jones. El guión decae hasta extremos preocupantes. Es cierto que en la trilogía la arqueología se mezcla con la mitología, las leyendas...recordemos las piedras del templo, o el caliz de la Última Cruzada, pero nunca hasta llegar a parecer una de las andanzas de Mulder y Scully. Eso por no hablar del reparto: Shia LaBeouf desmerece a la trilogía, me parece un actor de carton piedra sin carisma que encima le roba planos al mismisimo Indy. Y la aparición de Karen Allen no pasa de un homenaje. Indiana Jones se merecía mucho más.

Mi intuición con Indy fue como la de los niños, que saben las cosas que no les gustan antes de probarlas.